Hoy me siento como si un puñal me atravesara el pecho. El dolor me ha agarrado con sus largas manos la garganta y no me deja respirar. Cada bocanada de aire escuece y las lágrimas no hacen más que agolparse en mis ojos.
No hay manera de explicar cómo un dolor psicológico termina convirtiéndose en un dolor físico y aun así sucede. Cómo explicar que añoras unos brazos que nunca te han acariciado o unos labios que nunca te han besado.
Ni siquiera se trata de éste, ese o aquel. Se trata de ese dolor de saberte indeseado, invisible e ignorado, de saberte sólo rodeado de un montón de gente. Siento un veneno en mí creciendo y este veneno que siento está pudriendo mis entrañas y no tiene cura. Me temo que el día que la encuentren será demasiado tarde para mí, pues ya no quedará ni un ápice de vida en este cuerpo.
J. Rubí