Ello

ELLO

Eran más de las  cuatro y media de la madrugada. El satélite terrestre no la dejó dormir. La luz, acompañada de la persiana hasta arriba como cómplice casual, golpeó en sus párpados sobre las dos y cuarto. Desde esa hora lo único que había podido hacer era resignarse al levantamiento de peso propio, tomarse un café, recordar su lista y prepararse mentalmente para aceptar todo lo que le quedaba por leer.
Todavía se posaban estratégicamente distribuidos por el salón y el despacho, varios libros que finalizar. Por ello, prefirió aprovechar el insomnio obligado avanzando en su búsqueda de las preguntas correctas, que era más divertido que obtener respuestas.

Poco le duró. El invierno se le hacía eterno y la pobreza energética en la que estaba sumido el país, la obligó a rebobinar sobre sus pasos para volver a la cama. Se rindió a sus sábanas de franela y a Diego.

Al menos,  me dará calor, pensó.

-Diego, Diego…-susurró mientras se introducía con sigilo en la cama, de nuevo. -Diego…échate  a un lado, por favor, estoy helada…
-Siempre has estado fría…-le contestó con una voz suave. Estaba claro que hablaba en sueños- ¿Recuerdas aquellas noches en ese piso cochambroso?
-¿Qué piso?- preguntó ella extrañada porque parecía dormido.
Nunca antes le habló en sueños, así que, aprovechó la ocasión para escuchar lo que quería decirle. La curiosidad levantaba su lado más travieso.
-Aquel piso en el que vivíamos cuando éramos veinteañeros, en la Avenida de las Ramblas. Recuerdo que te metías en la cama con calcetines. Aún así sentía el frío de tus pies.
Fuente imagen: marcedith.tumblr.com
A esa edad vivía con otra persona, en esa ruina de piso, (y de relación).Su voz era casi imperceptible. La noche y el silencio en el que la envolvía, retransmitía sus palabras de forma radiofónicamente nítida.
Sara no recordaba habérselo contado,  entre otras cosas porque,  desde aquel paréntesis vital, deseó olvidarlo todo. Su ruptura con Mario conformó un antes y un después en su enfrentamiento ante el abandono.
Nunca más volvió a ponerse calcetines para dormir. Desprenderse de la protección ante el frío, suponía desnudarse para asumir esa metáfora, la de otras pérdidas vitales que vendrán…No puede ser, repasaba.
Sin pretenderlo, extraía recuerdos a velocidad inquietante…¿Cómo? ¿Cuándo le contó aquello a Diego? y sobre todo ¿Por qué? No, no, no, pensó yendo y viniendo a su memoria a largo plazo. Creo que nunca le he contado la historia a ese nivel de detalle.-¿Qué dices Diego?- preguntó descompuesta- Diego…Diego…despierta…- expresó susurrándole.
Poco después de romper con aquel novio de juventud, sus padres le regalaron un edredón nórdico…«y le dio por reír». Como si eso fuese un buen sustitutivo de la piel caliente, de unas manos grandes, del aliento dedicado en la columna vertebral…o de un buen par de calcetines.
Removiendo los lóbulos temporales sustrajo de su cabeza los recuerdos enterrados en profundidad arqueológica y lo vio más nítido que nunca. Efectivamente. Jamás había contado aquella historia de los calcetines a Diego. Demasiado personal, demasiado intransferible.
-¿Qué? ¿Qué pasa Sara?- preguntó con la voz a niveles auditivos normales. Diego acababa de despertarse.
-Nada, nada…hablabas en sueños- contestó ella girándose en posición fetal. Él se volteó de forma natural para abrazarla, y ella, se durmió en calma…sintiendo su respiración dedicada, esta vez, en la nuca.

Pero a Sara se le escapó un pequeño detalle: En sueños, Diego hablaba… en primera persona.

Deja un comentario