El recuerdo

Ahora mismo me recuerdo, me veo en lo más lejos de mi pasado. Y reflexiono sobre ello, no he cambiado nada, ha cambiado todo. Como si fuese ayer, me veo en mi habitación de niño, con mi vestimenta de niño y mis juguetes. Y recuerdo, si hago un esfuerzo, mis dientes de leche, el último que calló; recuerdo mis peluches en mi cama, mi colcha de color azul.

Aún tengo ideas que conservo, misterios que no he resulto, aún perdura mis ganas de preguntar sobre el origen de las cosas; también conservo amistades desde entonces, recuerdo que solíamos jugar juntos; y nunca podré olvidar, supongo, algunas sensaciones: los olores de las medicinas, el olor a nuevo de los juguetes, la plastilina; también recuerdo algunos colores vivos, una televisión nueva y los dibujos animados; y por supuesto el tacto del primer sofá y de mis cortinas. También el tiempo, eterno, entre mi casa y el colegio, y la sensación de que las estaciones, los meses, los días y las horas eran infinitas.

Incluso también tengo recuerdos vagos (cosas que no serán ciertas), en cambio otros son muy claros: recuerdo una habitación pintada de rosa y una niña jugando en ella. También tengo recuerdos que no quiero recordar, no voy a hablar de eso, como tampoco hablaré de las cosas que me gustaría recordar pero que se han desdibujado de mi mente.

Y ahora… ahora, soy el mismo pero en otro, todo sigue igual aunque todo ha cambiado. Volvió a crecer la barba, hace falta rasurarla. Las uñas me incomodan, habrá que cortarlas. Los cabellos los tengo demasiado largo, debería ir al peluquero. Arrugas en mi frente, manos extrañas… Y así cada día,  cada día que pasa, como contadas con un cronómetro, soy un poco más viejo, soy un poco menos sabio.

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